1. Inicio de los caminos
Llevaba
cinco minutos en la cama, absorta en mis
pensamientos, cuando me di cuenta que el despertador ya había sonado y que
tendría que estar levantada. Me levante lo más rápido posible y me fui
corriendo a la ducha; cuando llegue al baño me di cuenta de que se me había
caído todo salvo el pantalón, volví y lo recogí.
Me
estaba peinando pensando en cuanto
quedaba para navidad, era el primer día de colegio y ya deseaba que empezaran
otra vez las vacaciones, pensar que tenía que volver a la rutina, volver a ver
a algunos de clase que no me hacía mucha gracia, la verdad, me daba dolor de estómago.
Me mire en el espejo, mire mi cabello castaño dorado y pensé que si algún día
encontraría a un chico que me gustase de verdad.
Cuando
llegue al colegio me puse a hablar con mi mejor amiga, Cindy, a la que había
visto el día anterior.
- Tía,
que asco volver al colegio, volver a soportar a los profesores y alguno que
otro más- me dijo Cindy.
-Dímelo
a mí, casi me duermo esta mañana, estoy deseando que llegue navidad…
De
repente se nos acerca Carlos, un chico de clase.
-Ola Kayla,
¿Qué tal las vacaciones?- pregunto dirigiéndose a mí.
-Pues
bien, lo que menos me gusta de las vacaciones es volver a clase.
Los
tres rompimos a reír, luego Carlos se marchó y nos quedamos Cindy y yo otra vez
solas
-Parece
que los chicos han madurado, por lo menos son más majos- soltó Cindy.
-Esperemos
que sí, y que este curso se haga más fácil.
-Esperemos.
Riiiiiiiinggggggg,
era el timbre del colegio.
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¡Ay
que ver lo que pesaban aquellos pomelos!, ¿sería otro de los entrenamientos del
abuelo o eran de verdad necesarios? La
verdad es que ya no sabía que parte de mi vida era un entrenamiento y cual era
una vida normal. Yo quería mucho al abuelo Elías pero me hubiera gustado tener
una vida más normal, como cualquier elfo joven, pero yo no era normal, yo era
un elfo lunar con poderes de otros elfos; según mi abuelo eso era un don que me
había dado la naturaleza, pero yo me sentía diferente y anormal, los otros
seres no se acercaban a mí por miedo a que les infectara y eso me hacía sentir
desplazado.
Mientras
subía el árbol de casa del abuelo me di cuenta que en uno de los escalones de
madera había sangre, subí rápidamente el árbol. Llegue a arriba y vi la puerta
abierta, tiré los pomelos al suelo y entre corriendo. Aquello parecía un
gallinero, estaba todo por los suelos y roto, había sangre en algunos muebles y
en algunas zonas del suelo, iba a ser un duro trabajo ponerlo en orden.
Recorrí
la casa hasta llegar al pequeño salón donde trabajaba el abuelo; entonces lo vi,
fue algo fugaz pero doloroso, lo más doloroso que mis ojos habían visto, la
experiencia más dura que mi cuerpo había soportado; mi abuelo, la persona a la
que más quería, estaba tumbado en el suelo, jadeando, casi muerto. Llegue a su
lado y caí de rodillas llorando, casi sin fuerzas.
-Rowland…
-Me llamó el abuelo jadeando-Rowland…
-Abuelo
no te vayas… no me dejes solo- dije tartamudeando, sin respiración.
-Tienes…
tienes que ser... Fuerte-mientras me decía esto cogió un collar que llevaba,
según me había dicho era una escama de un dragón de cristal, era como su gran
tesoro, el mayor de todos- toma Rowland, guárdalo tú, siempre que este con
tigo… estará seguro.
Cogí el
collar y, me lo ate al cuello
-Prométeme
que serás fuerte… que podrás iniciar un
camino tú solo…
-Te lo
prometo abuelo y prometo vengar tu muerte aunque sea lo último que haga.
Los
ojos de mi abuelo me miraron por última vez y su boca transmitió su última
sonrisa.
-Prometo
vengarme…
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